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lunes, 7 de julio de 2014

Invasiones inglesas-La Defensa de Buenos Aires 5 al 7 de julio de 1807


Los ingleses ingresan confiadamente por las calles de Buenos Aires
¿Quién recuerda hoy la gran victoria obtenida sobre el invasor inglés? El 7 de julio de 1807 el General Whitelocke se rendía ante don Santiago de Liniers, derrotado por el valor de un pueblo en armas. En estos tiempos de humillación para nuestra Patria tal vez el recuerdo de aquellos tiempos heroicos nos reconforte para seguir resistiendo y no cejar en nuestro amor a esta tierra tan castigada. Acá va una breve reseña de la Defensa de Buenos Aires. Hacia fines de junio de 1807 las tropas británicas al mando de John Whitelocke se dirigieron a la banda occidental del Río de la Plata y tras desembarcar el 28 en Ensenada de Barragán iniciaron el avance sobre la ciudad, hostigados por el paisanaje y los Húsares de Nuñez enviados a tal efecto.




La vanguardia británica marchaba al mando del mayor general Lewison Gower con dos brigadas al mando de los generales Robert Craufurd y William Lumley, el centro estaba al mando directo del general Whitelocke y de Samuel Auchmuty y la reserva al mando del teniente coronel Thomas Mahon, con diez cañones de tren volante y un obús.
La marcha de la vanguardia se hizo sin inconvenientes dado que las fuerzas ligeras al mando de Martín Rodríguez, que debían hostilizarlas, se habían incorporado a las tropas de Santiago Liniers creyendo que el ejército inglés marcharía sobre Barracas.
Así, las tres columnas británicas marcharon completamente separadas, sin que Liniers lo supiese ni pudiera obstaculizar su avance, y sin más dificultades que las propias del terreno pantanoso y los numerosos arroyos a vadear, la falta de caballada y las fallas en el aprovisionamiento de las tropas. All llegar al Riachuelo de los Navíos, los ingleses no aceptaron la batalla campal que se les ofrecía frente al puente de Gálvez y lo cruzaron por dos vados que se encontraban aguas arriba.
Mapa de Buenos Ayres en 1807 con indicación del Combate de los Corrales de Miserere
Una de las divisiones, al mando del mismo Liniers, marchó a interceptarlos y se encontró con el enemigo ya apostado en los corrales de Miserere, era la brigada de la vanguardia comandada por Craufurd que logró desbaratar el ataque de los hombres de Liniers quienes luego de una breve resistencia se retiraron en dos direcciones: el ala derecha con Velasco y Liniers hacia la Chacarita siguiendo la actual Avenida Corrientes y otra, el ala izquierda, directamente hacia el centro de la ciudad (por las actuales Larrea, Alberti y Avenida Rivadavia). 

Craufurd, aunque ya obscurecía, trató de iniciar una persecución y logró alcanzar la actual calle Callao, donde empezaban las casas. Pero al llegar la noche ya era cerrada, la prudencia prevaleció y recibió órdenes de Gower, transmitidas por el capitán John Squires, comandante de ingenieros de la expedición, de retroceder a la línea de los corrales. La resistencia de los patriotas había dado sus frutos, la ciudad no fue atacada ese día y pudo preparar su defensa.

Whitelocke decidió esperar, sus tropas habían marchado un día entero sin vivaquear luego de dos días de ser hostigados por paisanos y Húsares que los mantuvieron en permanente zozobra y les impidieron recoger hacienda  para carnear, por lo cual debían descansar y comer para reponerse.  Para eso carnearon vacunos robados en los Corrales de Miserere y saquearon las casas de la periferia en busca de harina, galletas y sobre todo valores y licor. Entre otras fue asaltada la casa de la familia Lorea y muertos sus integrantes que resistieron a los ingleses, hoy una plaza recuerda el heroísmo de don Isidro Lorea y  la bárbara acción de los invasores. La quinta del yanqui Pio White, quien dio todo su apoyo a Whitelocke, fue usada como cuartel general.

Álzaga organiza la defensa durante la noche del 3 al 4 de julio
Por su parte el alcalde de Buenos Aires, Martín de Álzaga, siguiendo el bien calculado plan del Ing. Doblas, ordenó levantar barricadas con tercios de yerba y cavar trincheras en las diferentes calles de la ciudad por las que el enemigo podría ingresar. Reunió todo tipo de armamento y en la noche continuó los trabajos en las calles bajo la luz de miles de velas. De a poco los soldados de la División de Elío, que se había retirado de Miserere sin entrar en combate, se presentaron para combatir y reorganizadas las unidades se distribuyeron en sus puestos, así se infundieron nuevos ánimos a los defensores. Pero fue el regreso de Liniers, al frente de la División Velazco, que trajo la plena confianza en la victoria.
Santiago Antonio María de Liniers y Bremond
El héroe del pueblo de Buenos Aires dio su aprobación al plan de Doblas y, mostrando su corazón noble y heroico,  proclamó: "Si llegamos a vencer, como lo espero, a los enemigos de nuestra patria, acordaos soldados que los vínculos de la nación española son de reñir con intrepidez, como triunfar con humanidad: el enemigo vencido es nuestro hermano, y la religión y la generosidad de todo buen español le hace como tan natural estos principios que tendrán rubor de encarecerlos".

En la mañana del 5 de julio, confiado de la superioridad de su ejército, Whitelocke dio la orden de ingresar a la ciudad en 12 columnas, que se dirigirían separadamente hacia el Fuerte y Retiro por distintas calles. Llevaban orden de no disparar sus armas hasta llegar a la Plaza de la Victoria a fin de no demorar su marcha hasta llegar a los objetivos previstos en el plan.

La defensa se había organizado en un dispositivo interior, alrededor de la Plaza Mayor, con tropas en las azoteas de las casas altas que daban a la plaza; luego, otro exterior, con una línea de cantones, aproximadamente en un radio de tres manzanas alrededor de la plaza, para debilitar el paso del enemigo, más que el de imposibilitar su paso, defensa que corría entre Sarmiento, Suipacha, Tacuarí y Belgrano. Las iglesias no fueron ocupadas, sino que se armaron cantones frente a los templos, para atacar a los enemigos que intentaran ocupar esos edificios.  Finalmente, hacia las afueras de la ciudad, había una línea de puestos avanzados para avisar del avance de las columnas enemigas.
Una vez adentrados en la ciudad, cuando ya no era posible retroceder, comenzó el fuego
Vista de uno de las barricadas defendidas por los Artilleros de la Unión
La distribución de las tropas era irregular, los Miñones fueron desplegados en los puestos avanzados y estuvieron tiroteándose permanentemente con las avanzadas inglesas.  Los tres batallones de Patricios fueron distribuidos en el centro y las alas del dispositivo.  Los Gallegos en el Retiro junto a los Patricios, Castas y el Real Cuerpo de Marina;  los Andaluces frente a San Miguel; los Cántabros de la Amistad y los Montañeses, frente a Santo Domingo; los Arribeños y los Cazadores Correntinos en La Merced;  los artilleros de la Unión sirvieron las piezas del Fuerte, las de los cantones que bloqueaban las calles y las del Retiro apoyados por las Castas de Artillería.
Los escuadrones de caballería, que no se habían desmontado, se desplegaron cerca de la Alameda para cargar sobre las columnas enemigas que hubieran podido llegar hasta la playa del Río de la Plata.

De acuerdo con la orden del Comando para el 5 de julio, las tropas inglesas se fraccionaron en tres grupos de ataque, subdivididos en columnas:
Ala Izquierda: Brigadier Achmuty con los regimientos Nº 38, Nº 87 y Nº5, en cinco columnas sobre la Plaza de Toros y puntos adyacentes;

Centro: regimientos Nº 36 y Nº 88, fraccionados en mitades, avanzarían en cuatro columnas paralelas por las calles comprendidas entre la Plaza de Toros y la Plaza Mayor, hasta llegar a las manzanas de casas próximas al río que deberían ocupar. Los Dragones y Carabineros fueron desmontados y avanzaron  por las calles de la derecha de estos regimientos.
Ala Derecha: Batallón Ligero (formado por las compañías de Cazadores de todos los regimientos y por una del Nº 71) y el Regimiento Nº 95, los famosos Rifles, en dos columnas, Craufurd y Pack, por las calles del sur de la Plaza Mayor y próximas a ésta. Más a la derecha, el Regimiento Nº 45 en dos columnas que tenía como objetivo ocupar la Residencia.
Con excepción del Ala Izquierda, los demás grupos no tenían un Comando Superior, dependiendo cada columna del propio. A un tiro de cañón del centro a las seis de la mañana, se inició el avance simultáneo.



Como se ha dicho, la Plaza Mayor había sido convertida en el núcleo de la resistencia. Se emplazaron cañones en las ocho entradas de la misma y fueron abiertas trincheras a una cuadra de distancia de la plaza, en las ocho calles que a ella convergían. Las azoteas de las casas colindantes se ocuparon con infantería; los vecinos no alistados y hasta las mujeres cooperaban con la defensa desde las azoteas de sus casas con provisión de piedras sacadas del empedrado, granadas de mano y otros proyectiles arrojadizos (hasta “recipientes con fuego”, afirmaría Whitelocke). 

Los ingleses se lanzan al ataque sobre las barricadas mientras sufren el fuego desde las alturas
Los ingleses no pueden sobrepasar los cantones
A las seis de la mañana del 5 de julio, hecha la señal convenida, Achmuty avanzó sobre la Plaza de Toros, detenidas sus fuerzas por el fuego de los que la defendían, una parte de aquéllas, mediante un rodeo, cayeron sobre El Retiro y se apoderan del punto. Quedaba así la Plaza de Toros entre dos fuegos y, sus defensores que ya habían tenido 263 hombres fuera de combate y que habían agotado sus municiones, juzgaron imposible continuar la resistencia e intentaron una salida a la bayoneta, algunos lograron llegar a las propias líneas pero muchos fueron rodeados y debieron rendirse al enemigo.

En el Ala Izquierda los regimientos Nº 87 y Nº5, también de la Brigada Achmuty y cuyos caminos de avance eran los más próximos a la Plaza de Toros, alcanzaron la ribera y fueron después a reunirse en dicha plaza con el Regimiento Nº 38, que ya la había ocupado.
Los Arribeños combaten contra el Regimiento Nº 88 junto a los muros de La Merced


Los Cazadores Correntinos junto a los Arribeños defienden el cantón de La Merced
En cambio, en el grupo central los regimientos Nº 36 y Nº 88, Brigada Lumley, hallaron una resistencia tenaz, siendo diezmado el primero y obligado a rendirse el segundo. Una columna de 1.000 hombres de Dragones y Carabineros, partiendo de la Plaza Lorea y luego de cuatro cuadras bajo fuego, se encontró con los Patricios, Andaluces y Gallegos, siendo rechazados con grandes pérdidas. La mandaba el Coronel Kington que mortalmente herido, junto con su segundo el Capitán Burrel, fueron abandonados en el momento de la derrota siendo rescatados por sus vencedores. Kington, al tiempo de expirar, dispuso que su cadáver fuese sepultado en el cuartel de Patricios “...para dormir el sueño eterno bajo la salvaguardia de los valientes que lo habían vencido”.
Vista de una sección de Arribeños haciendo fuego desde una terraza 
El  Regimiento Nº88 se desangra frente a los cantones de los Arribeños y de los Cazadores Correntinos
El combate alcanza su máxima intensidad, pronto los infantes del Regimiento Nº88  
ya no podrán seguir y deberán rendirse.
En el Ala Derecha las columnas de Craufurd y Pack lograron llegar hasta el río, pero cuando quisieron doblar hacia el Fuerte, se hallaron en gravísimo riesgo.  Atacadas desde todas las direcciones y acorraladas en un espacio cada vez más pequeño, se guarecieron en el convento de Santo Domingo y casas cercanas, pretendiendo continuar la resistencia. Pero hostigadas por tropas que acudían incesantemente, y batidas también por los cañones del Fuerte, debieron rendirse a discreción. El Tcnl Enrique Cadogan con su tropa fue uno de ellos. Este bravo jefe británico se preguntó con admiración después de rendido: “...¿Qué tropa es esa de escudo en el brazo, tan valiente y tan generosa?…”, aludiendo a los escudos con que los Patricios se adornaban. Recordaba que ellos fueron los primeros en trasladar los heridos enemigos a sus cuarteles y auxiliarlos. El Regimiento Nº45 tuvo mejor suerte, pues se apoderó de la Residencia sin mucho esfuerzo y pudo sostenerse allí hasta la rendición de Whitelocke.


Los ingleses nunca alcanzaron el perímetro interno, fueron detenidos en la primera línea de defensa por el fuego permanente desde las casas y cantones así como por las desinteligencias entre los comandantes británicos. Según cuenta el general inglés G. E. Miles, los vecinos arrojaron sobre las cabezas de los soldados del Regimiento de infantería N°88, piedras y líquidos hirviendo, que bien pudieron haber sido agua, o grasa vacuna derretida. Estos son otros testimonios de jefes ingleses:
Avancé con los rifleros hasta el costado oeste del edificio del Colegio de los Jesuitas, sin sufrir pérdidas considerables, cuando, al adelantar el cañón liviano para abrir una brecha en la entrada principal del edificio, el enemigo apareció de repente en gran número en algunas ventanas, en la azotea de aquel edificio y desde las barracas del lado opuesto de la calle y desde el extremo de la misma. En un momento, la totalidad de la compañía de vanguardia de mi columna, y algunos artilleros y caballos fueron muertos o heridos. -Teniente coronel Henry Cadogan
Antes de que me hubiese escasamente aproximado a la Iglesia de San Francisco, ya había perdido bajo el fuego de un enemigo invisible, y ciertamente inatacable para nosotros, los oficiales y la casi totalidad de los hombres que componían la fracción de vanguardia, formada por voluntarios de distintas compañías, los oficiales y casi la mitad de la compañía siguiente, y así en proporción en las otras compañías que componían mi columna.-Teniente coronel Dennis Pack

No bien alcanzamos la entrada de la iglesia de San Miguel, el enemigo comenzó un terrible fuego desde las casas opuestas. Habiendo perdido unos treinta hombres en esta entrada, y comprendiendo que era imposible forzar las puertas de la iglesia con las herramientas que me habían entregado, juzgué prudente desistir y penetrar más en la ciudad esperando encontrar una posición más ventajosa. Al abandonar la entrada de la iglesia fuimos castigados con un fuego continuado. Después penetré en la ciudad hasta que juzgué que me hallaba cerca de la fortaleza. Viendo que había perdido tanta gente en la calle, que los cuatro oficiales de granaderos estaban heridos, que el mayor, el ayudante y el cirujano auxiliar habían sido muertos, y que había perdido, entre muertos y heridos, de ochenta a cien soldados de mi débil columna, doblé a la izquierda y busqué refugio ocupando tres casas.-Teniente coronel Alexander Duf



Terminaba así la jornada del 5 de julio. Los atacantes sólo habían logrado ocupar los dos puntos extremos la Plaza de Toros y la Residencia; pero el dispositivo central había quedado inconmovible. Sus pérdidas en el ataque fueron considerables, pues ascendían a unos 2.500 hombres entre muertos y prisioneros. Los defensores, a su vez, habían pagado caro su triunfo: además de unos 800 prisioneros tomados por los ingleses en la Plaza de Toros y en la Residencia, sus bajas fueron 302 muertos, 514 heridos y 105 extraviados.

Cuando la mayoría de las columnas habían caído, Liniers exigió la rendición, Craufurd atrincherado en la iglesia de Santo Domingo, rechazó la oferta y la lucha siguió hasta pasadas las tres de la tarde. Whitelocke recibió las condiciones de la capitulación hacia las seis de la tarde ese mismo día, y respondió al otro día ofreciendo una tregua para recoger heridos, Liniers rechazó la propuesta y ordenó abrir fuego a la artillería. Luego de varias horas de combate Whitelocke solicitó el cese del fuego y el 7 de julio, el general inglés comunicó que aceptaba la capitulación propuesta por Liniers, a la cual, por exigencia de Álzaga, se le había añadido un plazo de dos meses para abandonar Montevideo.


Es el fin, el Regimiento Nº88 debe rendir sus banderas
Se intercambiaron los prisioneros, los ingleses entregaron todo su armamento y banderas y se retiraron de Buenos Aires. El 9 de septiembre también abandonaron la Banda  Oriental .
Fuentes
  • Las invasiones inglesas del Río de la Plata (1806-1807) y la influencia inglesa en la independencia y organización de las provincias del Río de la Plata. Roberts, Carlos (2000). Emecé.
  • Los marinos en las Invasiones Inglesas Destéfani, Laurio H. (1975). Serie B Historia Naval Argentina Nº15. Comando General de la Armada, Secretaria General Naval, Departamento de Estudios Históricos Navales.
  • Las Banderas Británicas tomadas en Buenos Aires el 5 de Julio de 1807. Por Guillermo Palombo.  http://www.granaderos.com.ar/articulos/art_banderas.htm
  • Las invasiones inglesas al Río de la Plata 1806-1807. Desde la organización territorial hasta la reconquista de Buenos Aires. Juan Bartolomé Beverina.  Buenos Aires, Círculo Militar, 2008, 3 volúmenes.
  • Editorial Universitaria del Ejército http://www.iese.edu.ar/eude/batallas.html


6 comentarios:

  1. Fantastique! Des photos superbes, avec des figurines magnifiques, un très bel article illustré de main de maître!
    Salutations de...Cannes!
    Phil.

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    1. Phil, merci beaucoup pour vos aimables paroles. Cet article rappelle epoques les plus héroïques. Aujourd'hui, mon pays, l'Argentine, souffre beaucoup à cause de la pression du système financier international et l'action des collaborationnistes locaux. Mes compatriotes sont bercés par les matches de la Coupe du monde et ne réagissent pas. Bientôt, nous allons tous en subir les conséquences. Salutations de l'extrême sud. Carlos

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    2. Alors courage à vous tous maintenant que la coupe du monde est finie...
      Phil.

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    3. Maintenant il n'y a pas d'autre choix que d'affronter la réalité ... merci Phil

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  2. buenisimo relato!! muchas gracias!

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